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MURAL COMUNITARIO EN POPAYAN

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EL MURAL COLECTIVO EN EL EMPEDRADO


En una tarde salpicada de lluvia iniciamos una nueva jornada convocados por la idea de llenar de colores los muros del colegio Cristo Rey al oriente de la ciudad. El grupo estaba compuesto por estudiantes del colegio Cristo Rey, la escuela Galán, algunos estudiantes y profesores de la facultad de artes plásticas de la universidad del Cauca, además de otras personas que decidieron sumarse a esta actividad que prometía estar llena de sorpresas gratas.

Esta actividad se desarrollo bajo la coordinación artística de Jafeth Gómez y Jorge Gómez (padre e hijo) y estaba enmarcada dentro de las actividades del Proyecto Cauca Contemporánea, el apoyo de la fundación Sedes, el colegio Cristo Rey de las hermanas salesianas y la Coordinación del la campaña del Bicentenario de la Independencia.

Iniciamos contando a los participantes nuestra experiencia en varios lugares y momentos en donde los muros han recibido generosos a pintores a veces expertos otras veces no, pero eso si con una particular inquietud de dejar plasmadas allí sus vivencias, inquietudes, realidades y sueños en un lenguaje poco usual pero de una efectividad comunicativa real y novedosa. No era una tarea fácil poner de acuerdo a tanta gente, unas 35 personas de diferentes edades y experiencias.

Un primer paso fue presentarnos y conocernos mutuamente poniendo en común nuestras expectativas personales y asi generar un ambiente de confianza y claros propósitos para realizar una actividad generalmente caracterizada por la individualidad pero esta vez queríamos hacer un ejercicio de participación y creación colectiva. Un esfuerzo por escucharnos mutuamente y poner en práctica la cooperación, la tolerancia y hasta fragmentos de democracia.

El tema era el bicentenario de la independencia y sobre ello establecimos un interesante conversatorio donde cada quien manifestó la manera en que entendía este acontecimiento. Fue de particular ayuda la presencia de líderes y pobladores locales que nos contaron diversas historias ancestrales, de la gesta emancipadora, de la ruta libertadora, de los particulares y significativos nombres de los barrios en una clara alusión a una clase trabajadora que se desarrollo allí y genero verdaderos procesos de resistencia y lucha. Nos adentramos en las historias prehispánicas de los antiguos pobladores del valle de Pubenza con el cuento de Samanga, la hija del cacique Payan que en un intento desesperado para salvar a su pueblo se propuso seducir al conquistador español y evitar la barbarie, se hablo de las ruinas del templo en el antiguo molino de Moscopan. Asi el ambiente era ya muy apropiado para empezar a realizar bocetos donde quedaran plasmadas de alguna manera las memorias que florecieron en el conversatorio y transmutarlas en líneas, formas y colores para compartirlas con el vecindario.

Conformamos 4 grupos calculando que así seria mas fácil asumir el reto de pintar un poco mas de media cuadra de muro que nos esperaba desafiante. Cada grupo bajo el apoyo de un maestro de artes inicio su labor, primero realizando un boceto individual para luego buscar la manera de encontrarse con sus compañeros y establecer asi algunas similitudes y concordancias para tejer ahora si, una propuesta conjunta. Para ello había que conversar, analizar, negociar cediendo a veces un poco la tentativa individualista y pensando mas bien en lo colectivo.

Asi al final de los tres primeros días teníamos un muro trazado por las coloridas tizas que marcaban y delimitaban diversas y hasta caprichosas composiciones, se alistaban las pinturas, los pinceles y se improvisaban andamios con algunos viejos pupitres, unas cuantas escaleras para ganar algunos centímetros al menos al alto muro y comenzar a esparcir generosamente los colores.

Esta etapa era mas gratificante porque ya habíamos pensado y discutido lo suficiente y ahora era dejarse seducir por las paletas hechas de panales de huevos en una clara evidencia de nuestro ingenio. Fueron dos días mas donde todos nos embriagamos de la magia del color y de las formas y al finalizar el domingo teníamos una hermosa amalgama impregnada de sudor, pigmentos y trazos matizados por huellas de libertad iniciados por una mujer indígena que con energía proyecta un soplo de vida desde la esquina y se proyecta convirtiéndose en camino, luego en rio con sus peces que van vienen. Un huevo como germen de vida rompe su cascaron y nos recuerda la historia del colegio que se construyo mediante la venta de huevos. Luego aparecen aves multicolores que nos llevan al encuentro con Samanga y su conquistador, una historia de amor que cautivo a las niñas del colegio y decidieron graficarla, después viene la Pola, Bolívar y otros personajes que nos empujan secuencialmente hasta llegar a una cripta donde aparece una virgen tierna y dulce.

Allí entonces queda este mural en una calle que a veces alberga temerosos transeúntes, amores furtivos y unas cuantas historias de quienes empujados por una sociedad excluyente sobreviven del rebusque y que seguramente leerán su propia historia en un arranque de ilusiones entretejidas de sueños de libertad y vida digna.

Jafeth

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